Ya sé que hace mucho tiempo que no escribo por estos lares, aunque en mi defensa he de decir que era por una causa más que justificada. Me fui a Perú, en donde pude visitar el Machu Picchu y la ciudad de Cuzco.
Ambas son maravillas de la historia muy bien conservadas, aunque sólo he de poner un pero. Visitar las ruinas incas vale una pasta. Lo primero es ir a Cuzco, claro está, desde donde debes de coger un tren que te lleva a Aguas Calientes, que es el pueblo más cercano. Una vez allí tienes que comprar la entrada al recinto histórico y pilar un autobús que te deje a las puertas. Sólo contando autobús, entrada y tren la cosa sale como mínimo por unos 120 euros, lo que aumenta si te compras recuerdos y, como es lógico, comes.
Esto en cuanto a Machu Picchu, porque cuando visitas Cuzco y su parte colonial, te quedas maravillado. La plaza de Armas, con las catedral y la iglesia de la Compañía de Jesús son dignos de verse y de quedarse con la boca abierta. Paseas por la parte colonial y te parece que estás en calles de Sevilla. Impresionante.
Lo que pasa es que el resto de la ciudad parace que está aún por hacer. Las calles llenas de socavones, las casas sin pintar, muchas de ellas aún con la estructura de pisos superiores a la vista y sin visos de continuación; en fin, un desorden urbanístico. Entonces, ¿donde va todo el dinero que se recauda con los turistas? El 10 de noviembre de 2003 el Congreso peruano promulgó la ley 28100 que establece que el 10 por ciento de los ingresos recaudados por el ingreso al Parque Arqueológico de Machu Picchu, administrado por el Instituto Nacional de Cultura, será destinado a la municipalidad de Machu Picchu.
Sin embargo, no parece que ese dinero se quede en la ciudad. Lo primero es que me parece poco. Haciendo un cálculo muy por encima, si cada día visitas la ciudad incaica unas 1.000 personas, se gana 120.000 euros. Y esto calculando muy a la baja, puesto que te puedes gastar hasta 300 euros. Supongo que como en casi todos los sitios, la administración y los políticos corruptos son los que se benefician. ¡Una pena!
Digo todo esto porque estuve viviendo en un pueblecito que se llama Andahuaylillas, en donde pude ver de primera mano el trabajo que la ONG Esperanza sin fronteras hace con 35 niños huérfanos. Ojalá que todo el dinero que entra en Cuzco gracias al turismo repercuta más positivamente en sus gentes.
lunes, 19 de julio de 2010
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