Uno de los analistas latinoamericanos que más me han gustan y que suelo seguir es Andrés Oppenheimer. Es el editor para América Latina y columnista del Miami Heralds y, además, analista político de CNN en español. Entre sus libros destaco el único, por el momento, que me he leído, ¡Basta de historias!, en donde muestra la obsesión latinoamericana por el pasado como forma de justificar en muchas ocasiones el presente.
Pues bien, traigo a colación a este analista tras haber leído su última columna. Hago mías parte de sus palabras. Se llama Latinoamérica, sin liderazgos regionales y salió en el periódico El Colombiano. Lo que viene a decir es que a día de hoy esta parte del mundo no encuentra un líder ideológico que aúne en torno a su persona a algunos o la mayoría de los países de la zona. Brasil, que podía serlo debido a su peso económico, ha dejado de serlo por los problemas de corrupción que ha de afrontar su presidenta Dilma Rousseff. En el lado contrario, de carácter populista, se encontraba Hugo Chávez, aunque su muerte lo puso justo por debajo de los dioses antiimperialistas, véase el Ché, Fidel Castro (y eso que aún no está muerto) o, salvando las distancias, Salvador Allende. Su sucesor, Nicolás Maduro, no es más que un quiero y no puedo.
¿Quién queda? México, aunque los problemas de narcotráfico y de violencia que asolan el país lo alejan mucho de liderar un supuesto y más que discutible despegue económico de Latinoamérica. Esto, para Oppenheimer, deja sin caudillos y salvadores de la patria a América atina, con lo que considera que, tras un tiempo en un segundo plano, Estados Unidos podrá volver a ocupar un papel preponderante en la política al sur del río Bravo.
Es complicado augurar la evolución de Latinoamérica en los próximos años, más aún cuando el descenso del precio del petróleo puede hacer bastante daño a tras economías como la venezolana, la brasileña y, en menor medida, a la colombiana. Lo que si me aventuro a decir es que, si desde Washington, se vuelve a mirar con interés hacia sus vecinos del sur, los movimientos populistas y los libertadores de medio pelo volverán a surgir como setas. Sin embargo, aunque tal posibilidad siempre está presente, la cruzada contra el islamismo radical es una lucha de primer orden que preocupa mucho más a las huestes gringas.
Repito, es difícil preverlo; la economía chilena, más que su presidenta o Colombia al norte de Sudamérica, tienen sendas oportunidades para liderar el despegue de la región. Eso sí, la única manera de que no sólo estas dos naciones, sino también el resto despeguen de forma considerable y se mantengan muchos años es que vayan reduciendo las tremendas desigualdades sociales que, sin darse cuenta, van aumentando. Amén de la lucha contra la corrupción. La reducción de la pobreza no implica el fin de la desigualdad. Con eso y con una unidad regional exenta de idioteces populistas, antiimperialistas y anticolonialistas. Así y sólo así, América Latina se convertirá en un referente económico mundial como ya lo son la Unión Europea o China.
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